Traducido por José Luis Cebollada

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Imagen cortesía de JamesBrey / iStockphoto

El médico te receta unas pastillas que te hacen sentirte mejor, ¿es por el principio activo o por el color de la pastilla? Andrew Brown investiga el efecto placebo.

En 1796 el doctor estadounidense Elisha Perkins patentó sus ‘Perkins Tractor’ que, según él, era capaz de ‘extraer el fluido eléctrico nocivo que es la causa de todos los dolores’. Eran dos barritas de metal que se agitaban sobre el cuerpo del paciente. Los informes sobre sus poderes terapéuticos atrajeron la atención del médico británico John Haygarth, que realizó ensayos controlados y demostró que el ‘Perkins Tractor’ aliviaba los síntomas e hizo una copia en madera. Fue el primero en mostrar que se podía conseguir una respuesta terapéutica con un objeto farmacológicamente inerte, lo que hoy conocemos como el efecto placebo.

El efecto placebo se considera un fenómeno más psicológico que fisiológico, los pacientes sólo creen que se encuentran mejor. Pero es algo más, tal y como se ha demostrado mediante ensayos clínicos. En un ensayo clínico realizado en Suecia con pacientes cardíacos al grupo placebo se le implantó un marcapasos idéntico que al del grupo bajo tratamiento pero desconectado, sin que ellos lo supieran. Sorprendentemente, después de tres meses, los pacientes de los dos grupos habían mejorado. Lo que sorprende más aún es que los investigadores pudieron medir la mejora de los pacientes del grupo placebo constatando un incremento en el flujo sanguíneo desde el corazón. (Linde et al., 1999).

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El Perkins Tractor
Imagen cortesía de Geni; origen de la imagen: Wikimedia Commons

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